EGUZKI, ILARGI eta ORTZI


EGUZKI

Sol («Eguzki»), también conocido como Ekhi. Hija de la Tierra. Cada mañana sale de su interior y vuelve a su interior al anochecer. Sin embargo, hay dos noches especiales que siempre se han celebrado: los solsticios de invierno y verano. La noche más larga y más corta. Pero los equinoccios –primavera y otoño– son también importantes, y otros momentos, como «Gau Baltza».

Crea el día, nos regala su luz y su calor, y por eso, cuando nos necesita, los humanos encendemos fuegos para recuperar el Sol, ayudando a dominar a los seres malvados que viven en la oscuridad.

ILARGI

La hermana de Sol («Eguzki»), Luna («Ilargi»), o Ilazki, aparece en nuestros cielos y desaparece ayudando a marcar el paso de los días. Ella es, pues, el ojo de la divinidad que nos cuida de su privilegiado lugar.

Su brillo nos ayuda a encontrar el camino alguna vez, pero no debemos olvidar que ella es la Luna («Ilargi»), la luz que ilumina a los fallecidos.

ORTZI

A veces, en escasos minutos, el cielo ha pasado de la total transparencia a la cobertura por las nubes negras. Mientras los rayos del sol dejan espacio a las inundaciones de lluvia, los rayos y los truenos aparecen una y otra vez. ¿Por qué todo esto? Es Ortzi expulsando su rabia, se lo puedo asegurar.

Junto con los truenos, con las lluvias, podréis escuchar su poder y asustaros cuando haya fuertes vientos. Los humanos habéis enfadado a Mari y Ortzi ha venido a hacer cumplir su propósito. Observa cómo circulan las nubes, cómo caen los rayos y asústate cuando soplen los fuertes vientos.

LEYENDA

Dicen que un leñador de Gordexola, que llevaba el apellido Aretxederra, maldijo los cielos una vez porque la lluvia continua mojaba los árboles, dificultando así el trabajo de la tala. Y el relato continúa diciendo que sus palabras enfadaron tanto a Ortzi, que en vez de hacer pasar la tormenta aumentó la violencia y que comenzó a lanzar rayos uno tras otro hacia donde se encontraba el leñador. Sorprendido por la violencia de las aguas que venían del cielo, y asustado por la proximidad de los violentos rayos, el hombre fue tan inteligente como para refugiarse en un escondite olvidado bajo una inmensa roca. Como los rayos caían uno tras otro sobre la gran piedra, lanzó su hacha lo más lejos posible. Así, el hacha atrajo los rayos hasta que finalmente Ortzi se olvidó del descaro del leñador.

Texto escrito por Aritza Bergara Alustiza

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