Fue nombrada con muchos nombres, le añadieron muchos orígenes, todos eran ciertos en su momento y lugar. Fue nombrada Mari de Oiz y Anboto, también de Txindoki, de Aketegi, de Peñas de Aia, bruja, Andra… Estos y otros fueron sus nombres pero, para los que hoy creemos en ella sólo es Mari, nuestra diosa mayor.
Una mujer elegante y hermosa, tan hermosa que con su presencia enamora al hombre.
Tras 7 años en su cueva suele marcharse a otra. Se conocen distintas maneras de hacer este viaje: atraviesa el cielo rodeado de fuego, o lo recorre sobre un carnero o de muchas otras maneras.
Cuando estamos ante Mari hay que seguir unas reglas:
- zukaz hitz egin beharrean, hikaz
- ezin gara ezeri, nahiz eta berak gonbidapena luzatu egiteko
- inoiz ez diogu sorbalda erakutsi behar, beti aurrean izan behar dugu, handik hurruntzeko atzeraka ibili behar badugu ere…
LEYENDA
Una vez, un pastor vio a Mari cruzando el cielo sobre una carroza impulsada por siete incansables cabras. Continuó con la mirada y pudo comprobar que se adentraba en la cueva de Akertegi. El joven se acercó hasta allí y, con mucho cuidado, pudo ver a una bella mujer peinando su pelo largo con un peine de oro. Sin necesidad de darse la vuelta, la mujer detectó la presencia del pastor y le invitó a acercarse con un gesto suave con la cabeza. El hombre sin dudarlo se acercó a ella y la abrazó con pasión. Por el contrario, Mari lo apartó un poco y lo llevó hasta la entrada de la cueva. Allí, sin perder tiempo, le pidió que se marchase mientras le señalaba las densas nubes negras que cubrían el cielo.
-He aquí mi ejército. Inténtalo antes de que te repercutan sus efectos-, le dijo.
El joven miró al cielo con miedo. Unos instantes más tarde, cuando giró la cabeza hacia atrás, encontró el lugar vacío: la gran Diosa ya había desaparecido.
¿Os ha gustado la leyenda? Entonces vayámonos, los demás personajes nos están esperando.
Texto escrito por Aritza Bergara Alustiza